Espero críticas y elogios, ceños fruncidos y sonrisas cómplices, lágrimas de emoción y carcajadas ilusas. Si logra este espacio personal alguna de esas sensaciones me daré por satisfecha........

miércoles, 8 de diciembre de 2010

QUISIERA PODER

Quisiera pero no puedo......

Dejar fluir sentimientos, emociones.

Ser lo que deseo ser

Decir lo que no gusta escuchar.

Hacer aparecer recuerdos, mitos,

costumbres olvidadas y casi desterradas

por caprichos infundados.



Quisiera pero no puedo......

Creer en hadas, duendes.

Sentir sin restricciones, sin ahogos.

Florecer en los prados húmeda

de rocío.

Irme a ningún lado con nadie

y volver adormecida de placer

junto a mis ilusiones perdidas.



Quisiera pero no puedo.....

Sonreír cuando descuelgo el teléfono.

Amar sin miramientos y

convivir con brujas, fantasmas, espíritus,

recuerdos, agonías, encantos, promesas,

certezas, amores, enemigos y melodías.



No podría pero quiero.....



BILU

domingo, 7 de noviembre de 2010

¿CUANDO SE LLEGA AL LIMITE?

-¿Te acordás de Anselmo, supiste algo de él?
-No, después de la internación no lo volví a ver.
-Pensar que había conseguido lo que buscaba desde que la madre de su hija había muerto.
-Si, se había casado con Elena. Era la mejor amiga de su hija, aunque no sé de dónde la conocía. Vos que vivías en el apartamento de al lado ¿cómo conoció a una mujer de un estrato social tan alejado del nuestro, y del de su familia?
- Lo más raro fue ese flechazo inmediato, y siendo bastante más joven que él resultó extraño. Fue en esa fiesta de gala dónde lo habían invitado por intermedio de un embajador al que le pintó su retrato. ¿Te acordás qué bien pintaba?
-Ah! Ahora me acuerdo… Vos también fuiste. Me acuerdo que te pusieron a prueba con una profesora especializada para aprender modales durante un mes. En ese tiempo yo no me frecuentaba tanto con ustedes. Mi papá no me dejaba juntar con su hija, nunca le cayó bien Anselmo. Siempre me decía: < pobre chiquilina con un padre bohemio y huérfana de madre, no puede terminar bien> Por eso no conocí muy bien los cuadros de Anselmo.
-Pintaba de maravilla pero después que el padre de Elena lo denunciara se había encerrado en el desván y sólo salía para ir al baño, hasta la comida se la tenían que llevar porque sino ni se acordaba de comer.
-¿Había sido verdad lo que contaban en el barrio, entonces?
- Si estaba como una cabra. A mí me lo contó Rogelio, el único que lo visitaba porque quería aprender pintura.
-Rogelio ¿pinta también?
-Bueno, no. Desde que se aterrorizó cuando Anselmo le contó todo, no quiso volver a verlo y a la pintura tampoco.
-¿Él fue el que testificó para internarlo entonces?
-Si. Yo lo lamenté por mi amiga. Me acuerdo su rostro encantado cuando entró a la fiesta donde él conoció a Elena.
-Nunca me contaste detalles. ¿Tanto era el brillo de la alta sociedad?
-El lugar era de ensueño. A medida que caía la noche las farolas se iban encendiendo con un ritmo preestablecido que acompañaba el paso de los carruajes que yo creía ya en desuso hacía siglos.
Nos esperaba una escalera de mármol en forma de corazón donde una alfombra roja vestía ese músculo como las arterias visten el corazón humano. Todos se sentían imprescindibles, sangre que corría hacia el centro de la humanidad del lugar. Las arañas vestidas de cristal lucían majestuosas en el centro del salón principal. Las paredes mostraban el arte, orgullosas; parecían sonreír satisfechas a cada mirada halagadora, a cada suspiro llevado por el suave movimiento de abanicos en las manos de elegantes damas de la sociedad.
-¡Qué descripción amiga! Se parece a un cuento de hadas.
-Lo que vino después más que de hadas fue un cuento de terror.
-¡Qué lástima! Todavía recuerdo los detalles que se comentaban en el barrio, la verdad que fue horrible… Yo nunca lo creí del todo.
-Creéme fue lo que escuchaste y más.
-Contáme, me muero de la curiosidad. Siempre me lo imaginé enigmático, hasta seductor por eso nunca creí del todo los comentarios.
-Vení, en mi cuarto guardo una copia de la grabación con la que Rogelio pudo probar su culpabilidad y su locura. En la editorial donde trabajaba, con una noticia así, seguro lo ascendían. En ese momento esperábamos nuestro primer bebé y yo había perdido mi trabajo. No te olvides que Anselmo era un pintor reconocido y máxime siendo el yerno del embajador de Inglaterra. Con lo que vas a escuchar no te van a quedar dudas de su locura.

Se sentaron cómodamente sobre la cama y se limitaron a escuchar:

-Eso es todo. Rogelio salió corriendo horrorizado directamente a la seccional; después ya sabés como terminó.
-¡¡Pobre Anselmo!!
- ¡Qué decís! El hombre estaba totalmente desquiciado. ¡Pobre de Elena!
-Esa no sé, ¿segura que no se lo buscó?
-No; ¿estás loca? Esa aberración no tiene justificación alguna…

Hubo un silencio incómodo y a la vez compartido. Al cabo de unos minutos la anfitriona toma el bolso de su amiga, se lo ofrece y la invita a retirarse diciéndole:
- Creo que no estás pensando claramente. Dale, te acompaño a la puerta y aprovecho a dar un paseíto con Sultán antes que Rogelio llegue de trabajar.


BILU

miércoles, 20 de octubre de 2010

NOS VEREMOS SIN TESTIGOS

Es de noche. La muchacha aún recuerda la primer pérdida que expulsó su vientre.

Un sabor amargo paladea su boca la segunda vez; esa que no dejó que madurara en el útero.



La bombilla encendida, meciéndose al compás del viento frío de invierno, es lo único que aún no duerme e ilumina el garaje frente a la

ventana del hospital. Donde, con la mirada perdida, Verónica espera.

El silencio abarca todo. No es una noche más. Es la quinta noche que espera. Su hijo, de dos meses, se le quiere escapar como ya han

hecho sus hermanos. Ésta vez había creído que lo lograba, pero otra vez se le iba.

< No puedo tener nada, cuando creo tenerlo se me va. Una vez salió antes sin permiso, el otro ni siquiera se había formado...y éste, quizá ...no sé.... no le gustó conocerme> No soporto esta espera- gritó sin despegar su frente del vidrio húmedo ni su mirada de la bombilla que seguía luchando contra el tiempo.



- ¿Otra noche más te vas a quedar?- le dijo su amiga tomándola del brazo.

- Las que dure. Como los otros en cualquier momento se me va, me deja- dijo sin despegarse de la ventana

- No digas eso....Tenés que descansar, cuando se mejore te va a necesitar. Es una congestión si, está grave, pero el doctor jamás te dijo que iba a morir.....Vamos ánimo!

- Dejame, andate vos si querés. Yo me quedo.



La bombilla, por fin, no pudo con el temporal y se apagó.

Verónica fue deslizando su espalda contra la pared hasta encontrarse con el suelo y balbuceó y se tragó hasta la última pastilla del frasco, que antes de salir de su casa, le había robado a su madre.



BILU

jueves, 7 de octubre de 2010

NI SIQUIERA UN RECUERDO

No puedo estar más dolida.
Un desleal caballero amante
con mentiras me ha engañado
Creí ser su sueño dorado,
pero ni siquiera soy un recuerdo.
Mi alma adornaba
con sus cartas nunca recibidas,
a causa del escudero y sus locuras.
Mi ego agrandaba con
su loco amor galopante;
que logró hacerlo mi caballero,
el caballero andante.
Pido a Alonso Quijano
un lugar entre sus amos.
Que su sueño nuevamente sueñe
con un ramo de flores en las manos
y esta vez sí las reciba con
esas cartas perdidas por
su escudero enano.

BILU

jueves, 30 de septiembre de 2010

ENCUENTRO FURTIVO

La recepcionista no dejaba de martillar el mostrador con sus uñas carmesí, síntoma de aburrimiento, nerviosismo o coquetería quizá.
El botones, que no debía tener mas de noventa años, quería arrebatarme la maleta que me esforzaba en retener.
Había llegado por fin.
Aunque el camino que me esperaba me era desconocido valía la pena la intriga. Ella, aunque lo negó siempre, era lo que quería. Nadie envía esa clase de fotos por e-mail a un desconocido sin buscar rédito de ello.
Sólo tengo esta noche. De lo contrario, Marcela dudaría y no estamos, precisamente, de luna de miel en estos momentos.
Esta habitación es deprimente, casi tan antiguo el polvo como el botones. Está claro que las mucamas van a la misma manicura que la recepcionista.

Ya es hora de llamar un taxi. La mujer dijo que esa dirección estaba a treinta y cinco minutos de aquí mas o menos.

Antes de salir, el hombre chequeó sus mensajes en la notebook por si su amante cibernética se había contactado en las últimas dos horas; ya que ese tiempo le había demandado el viaje hacia allí. Pero no había noticias.

La calle estaba húmeda. Era una noche sin estrellas y casi vacía.
El taxista ya le había adelantado que lo dejaría a unas quince cuadras: -Yo a ese barrio no entro- le había anticipado con ojos extremadamente abiertos.
Ni una vez se le cruzó la idea de abandonar la visita. Ni una sola vez le temblaron las piernas mientras caminaba en solitario por esa calle angosta buscando con su linterna el número de puerta. Solo veía, en su imaginación, una hermosa y sugestiva mujer esperándolo entre pétalos sobre sábanas de seda.
Tocó la puerta, tan vieja y destartalada como el botones del hotel, con temor de tirarla abajo de sólo mirarla.
Luego de unos minutos volvió a repetir el golpe. Al cabo de algunos minutos más optó por mover el picaporte. Se abrió.
Tanteó la pared para encender la luz pero nunca encontró llave alguna; allí si comenzó a arrepentirse de esta locura. Dio dos pasos hacia atrás con las manos tanteando el aire para encontrar la puerta cuando oyó un ruido sordo seguido de una carcajada horrenda.
La puerta no se podía abrir. La carcajada no la podía callar. Se desplomó en el suelo ocultando su cabeza entre las manos.
La figura de una mujer bellísima se dibujaba transparente entre la puerta y sus ojos. No atinaba a nada sólo gemía y suplicaba despertar de esa pesadilla.
Una mano lo alzó de los pelos como si fuera un muñeco.
El guardaespaldas de su mujer lo miró fijamente y le dijo: -Así no esta presentable para una noche de placer, y menos sin su esposa. ¿No le parece?
Agachó otra vez la cabeza al sentir algo caliente que bajaba desde su cintura.
-Así quería verte iluso, hijo de perra!
Lo último que sintió fue el fuego de su sangre que brotaba de la comisura de sus labios.

BILU

sábado, 18 de septiembre de 2010

DON FRUTOS

Me acuerdo de la lucha desigual que tuvo que vivir mi madre para que su hijo no saliera con la debilidad de su padre. Me acuerdo de mí, cuando niño, investigando por dentro cuanto bicho caminara por el campo. Pretendía averiguar de qué estaban hechos esos animalejos. Disfrutaba con honda satisfacción de esas operaciones hasta que mi padre se encargaba de aguarme la fiesta con sus estúpidas lecciones de moral mal enseñada: "son sólo bichos inofensivos que no le hacen mal a nadie."
Odié con todas mis fuerzas los castigos impuestos, solo por ser un niño y saciar la curiosidad lógica que tenemos todos.
Bichos inmundos los grillos, lo único que hacían era chillar asemejándose a esos maricones que tuve que soportar durante toda mi increíble y envidiada carrera militar. Esos, que para no ser aplastados por los poderosos, se ocultaban bajo mi sombra.
Los inofensivos no llegan a ver mucho tiempo la luz: se los engullen y sólo siguen viviendo en la oscuridad de una panza satisfecha.
Yo amaba a mi madre por su dureza y su valentía. Me enseñó a no tener lástima de los débiles, y a negociar con los poderosos. Yo sabía muy bien lo que quería para mí; y estoy seguro de que está orgullosa de su hijo. Logró que comprendiera quiénes mandan en el mundo y quiénes deben ser destruidos.
Mis instintos y mis deseos de poder fueron muy bien atendidos y entendidos por todos los que me conocieron; muy especialmente por mis mujeres. Y por mi esposa que logró serlo por siempre cuando acalló los labios, vio lo que yo quería que viese y escuchó lo indispensable para mis intereses.
El poder es exquisito y nadie me lo quitó jamás. Fue fácil ser yo (con todo lo que ello implicaba).
Fue fácil dar a luz mi capacidad de arrollar a los más indefensos y encerrar en la oscuridad de la memoria a los más inquebrantables.
Qué se creía ese Pepe Artigas, con sus ínfulas de jefe. El único jefe que siempre existió fui yo, Don Frutos. El verdadero jefe de un pueblo ignorante y miedoso. El mismo que se escondía bajo mi sombra.
Nunca me importó aplastar y hundir; solo me importó elevarme sobre los demás.
Me encantaba ver los rostros de temor buscando mis ojos en lo alto por un poco de piedad. Pobre de ellos, ni se imaginaban que esa actitud me recordaba a mi padre y en nombre de él los exterminaba.
Todavía recuerdo la mirada despistada y suplicante de Venado en el momento donde mi plan perfecto comenzaba a dar sus frutos y a convertirme en héroe; el gran jefe admirado y respetado por todos. Lo único que lamento es que mi madre no estuviera presente.
Hoy me acuerdo de todo esto, cuando ya no me queda mucho aire por respirar, y no me arrepiento. Ni la muerte vendrá cuando quiera. Yo le diré cuando cerrarme los ojos.

BILU

viernes, 9 de abril de 2010

LA ESCRITURA DE FUEGO

LA ESCRITURA DE FUEGO



A penas mi mano se acerca al cuaderno, arde, se acalora....
Las páginas, aún chamuscadas, luchan por sobrevivir. Pero
se ahogan en el ardor de mi impotencia, de mi dolor.

Mi alma no encuentra donde desahogar su pasión por crear,
por vivir, por escupir el ardor y así no lastimar más mis entrañas.
No encuentra lugar.....

...Las páginas, en su último esfuerzo, se dejan confundir por letras
en llamas, que van camuflándose entre las líneas de mi cuaderno.
Y ahí surge, desde mi pasión....La escritura de fuego.



BILU

CONECTADOS

CONECTADOS


Con un beso cariñoso se despidieron, como de costumbre, en el umbral
de la casa. Él se dirigía a la oficina. Ella aún tenía unos minutos para
organizar el día de los niños y de la casa; luego también se iría a la empresa.
Al llegar a la oficina, como todos los días de hace un tiempo a esta parte,
todo es un caos. Todos conversaban, gritaban, gesticulaban; cada uno en
su mundo pero compartiendo el espacio y el tiempo con los otros.
- ¡Siempre lo mismo! Voy a apagarlo antes de que me descubra- piensa
Iván apagando su celular.
Antes de que la pantalla se oscureciera del todo, cambia de color y tintinea
una frase que logra crisparle los nervios: "SI NO HACES LO QUE ESCRIBO
Y DEPENDES DE MI OLVIDATE DE TU FAMILIA"
En medio del caos y eludiendo el mar de compañeros que caminaban sin
sentido como zombis, fue hacia el baño. Ya la frase había salido levitando,
letra tras letra, e introduciéndose en sus oídos con un zumbido enloquecedor.
Mientras el celular, empujado por el último movimiento conciente de Iván, caía
por la banderola del baño al patio lindero.
Cuando la última letra había terminado de introducirse en su organismo era
uno más de los desquiciados que deambulaban y gritaban sin coherencia
con todo lo que se les interponía en el camino.
Aída ya había dejado a los niños en el jardín de infantes y proseguía hacia
su trabajo. Ya le parecía extraño no haber recibido un mensaje en su celular.
Estacionó el auto, no soportaba más la curiosidad, y abrió la cartera en
busca del teléfono. Ahí recordó que lo había dejado cargando en su casa y
comenzó a culparse de no haber traído el cargador a la empresa. Se dijo:
- Bueno, un día sin celular no es el infierno.
Cuando llegó al trabajo no pudo ingresar el auto al estacionamiento. Una
muchedumbre obstruía el paso. Apagó el motor, se bajó con un nudo en el
estómago y abriéndose camino a los empujones llega a la entrada donde
todos sus compañeros yacían en el piso llorando desconsoladamente.
Un hombre que hacía ejercicio por las mañanas frente al lugar cruzó la
calle, la miró y le dijo: - ¿No se enteró? Otra vez los celulares han entrado
en huelga sistemática culpando a sus dueños por abuso. Ahora vuelven
sus mensajes contra su dueño. Lo que éstos nunca quisieran leer; no
solo lo leen sino que se introduce en su cerebro para atormentarlos. Un
infierno ¿no?
Aída pensó enseguida en Iván, y el señor, volviendo a su rutina, decía:
- menos mal que yo nunca me compré uno.

BILU

lunes, 8 de marzo de 2010

LA CHICA DE LA PLAYA

LA CHICA DE LA PLAYA


La playa estaba repleta, atestada de gente. La arena hervía, le dolía su cuerpo pisoteado y aplastado por niños hombres, animales, sombrillas, bolsos, reposeras; que la visitaban ni bien los días comenzaban a templarse.
En invierno pocos eran los que se acordaban de ella. Por eso hervía cuando era utilizada sin el menor respeto.
El único hueco vacío, más o menos de dos metros, comenzaba a llenarse por una mujer que sólo traía una estera, un bolso de mano, el discman y su físico privilegiado.
Antes de escuchar su cd favorito, mientras cubría de bronceador toda su piel al desnudo, se entremezcló en el bullicio del lugar. Su mirada se perdía en la inmensidad del mar siguiendo el corcoveo de las olas que jugueteaban con la arena húmeda a la mancha.
La sombrilla, que descansaba al lado de ella, estaba sola ocultando pertenencias debajo de su sombra.
Por fin terminó de acomodar su cuerpo en la estera; dándole la espalda al cielo que le regalaba un sol intenso.
Sin darse cuenta fue entrando en una calma soñolienta ayudada por la melodía que acariciaba sus oídos.
La sombrilla de al lado ya no estaba sola; sus dueños recién volvían del agua y ya comenzaban a preparar el mate. Todavía era temprano y el día invitaba a quedarse. Sólo cuando comenzó a darle comezón en la espalda se volvió regalándole al sol sus opulentos pechos desnudos.
_ ¡Vamos, Ricardo! los niños no pueden presenciar semejante cosa_ dijo Rita, acomodando los juguetes desparramados en el bolso al ver a su marido pasmado con el paisaje.
_ ¡Pe...pe...pero mujer! Tampoco es para tanto. Ni se van a dar cuenta, son chiquitos_ contestó Ricardo sin sacar sus ojos del maravilloso espectáculo.
_ Si vos no venís, me voy yo con los niños. ¡Vaya degenerado que resultaste!_ y con el bebé bajo el brazo, el bolso colgado a la espalda y Pedro de la mano con el pañal a medio poner salió casi despavorida.
_ Bueno mujer, ya voy, ya voy ¡Qué lo parió! uno no puede estar tranquilo ni en vacaciones_ y siguió a su familia no sin voltearse más de una vez hacia el paraíso.
Las pilas del discman comenzaron a cansarse. _ ¡Claro! si este aparato no lo uso desde julio cuando fui a Europa. Camino a casa compraré nuevas_ pensó Victoria, percatándose de que sus vecinos la observaban como si fuese un extraño y deseado objeto. No perdían ninguno de sus movimientos.
Entonces aprovechándose de la situación sacó su aceite de broncear y lo fue deslizando con la yema de sus dedos por su brazo izquierdo desde sus manos al hombro, que se movía complacido por el masaje. Hizo lo mismo con el otro brazo.
Bajo las miradas lascivas y las gargantas atragantadas de unos cuantos curiosos, fue deslizando sus dedos hacia los senos calientes y sugestivos.
Un tropel de mujeres celosas se abalanzaron a sus maridos con diversas excusas llevándose al público que aplaudiría de pie a Victoria si no hubieran sido desalojados sin compasión.
Ella satisfecha y poderosa siguió con su juego de seducción sin preocuparse por las consecuencias.
Ella volvía de su caminata habitual, ya prácticamente sin público.
El sol ya no tenía muchas fuerzas.
Ya era tiempo de volver. Se vistió con sus jeans ajustados y el top naranja que resaltaba su bronceado. Enrolló la estera, colgó su bolso sobre el hombro derecho y fue lentamente disfrutando de las cosquillas que la arena fresca le regalaba a sus pies descalzos.
Nunca imaginó, tras las dunas, que su provocativo silencio la esperaba agazapado.
Terminó en el hospital. Los médicos tuvieron que reconstruir parte de su condición. Habían actuado como animales salvajes.

BILU

viernes, 5 de febrero de 2010

VIVIR MURIENDO

VIVIR MURIENDO

Las paredes de roca fría y cenicienta se fundían en mi retina con
un dolor intestino. El sol tibio pero sin fuerza se prendía con sus rayos
al alambre que en espiral se apoyaba en lo alto del muro. Quizá por
eso su color era de un llamativo rojizo y ya no se distinguía el amarillo
oro con el que había nacido. Así me estaba desgarrando yo también, pero por dentro. Ya mi alma y mi espíritu habían emigrado a un lugar lejano buscando descanso. No sé si lo consiguieron, pero estaba feliz por ellos.
El que seguía peleando era mi cuerpo. Aunque vacío de valores estaba acompañado de órganos que luchaban por sobrevivir a las drogas que les obligaban a ingerir. No le quedaba mucho tiempo, al cuerpo, para vengarse; que en definitiva era lo que quería antes de acompañar a la mujer alta. El encierro lo estaba absorbiendo, lo sumía en una oscuridad a la que temía.
Varias veces quise ayudarlo pero esa mujer tiene muy claro sus objetivos.
Ya me lo habían advertido mis padres: "cuando te encerremos donde te mereces conocerás el infierno". Claro, yo lo entendía ahora que observaba como mero espectador; pobre cuerpo mío que lo estaba padeciendo.
La mujer alta y extraña me lo había contado todo. Pensar que por esa confesión terminaron de desalojarme de mi maltrecho cuerpo desnutrido.
Ella me lo dijo: "no hay forma de escapar a los designios de la existencia, sólo te permitiré ser testigo de tu propia decadencia". ¡Qué perversidad, qué avaricia, qué frialdad! Pero que razón que tenía.
El día que no soporté más ver a mí querido cuerpo reptando por las rocas frías y cenicientas para volver a sentir la calidez, aunque tibia, de los rayos del sol que no desistían de visitar el psiquiátrico; fui por la mujer alta y le exigí me devolviera lo que era mío. Ella sólo me miró con un dejo de malicia y autosuficiencia y dijo:
- Yo soy un mero instrumento, hago mi trabajo. Él nunca fue tuyo. Ha
sido, es y será de quien lo habite. Tú ya no vives en él. Es hora de dejarlo, es hora de partir.
Lo último que vi fue al que había sido mi cuerpo, esquelético, siendo velado y llorado por los que habían sido mis parientes hasta hace poco tiempo. Yo ya no sentía nada por él.
BILU