Espero críticas y elogios, ceños fruncidos y sonrisas cómplices, lágrimas de emoción y carcajadas ilusas. Si logra este espacio personal alguna de esas sensaciones me daré por satisfecha........

viernes, 9 de abril de 2010

CONECTADOS

CONECTADOS


Con un beso cariñoso se despidieron, como de costumbre, en el umbral
de la casa. Él se dirigía a la oficina. Ella aún tenía unos minutos para
organizar el día de los niños y de la casa; luego también se iría a la empresa.
Al llegar a la oficina, como todos los días de hace un tiempo a esta parte,
todo es un caos. Todos conversaban, gritaban, gesticulaban; cada uno en
su mundo pero compartiendo el espacio y el tiempo con los otros.
- ¡Siempre lo mismo! Voy a apagarlo antes de que me descubra- piensa
Iván apagando su celular.
Antes de que la pantalla se oscureciera del todo, cambia de color y tintinea
una frase que logra crisparle los nervios: "SI NO HACES LO QUE ESCRIBO
Y DEPENDES DE MI OLVIDATE DE TU FAMILIA"
En medio del caos y eludiendo el mar de compañeros que caminaban sin
sentido como zombis, fue hacia el baño. Ya la frase había salido levitando,
letra tras letra, e introduciéndose en sus oídos con un zumbido enloquecedor.
Mientras el celular, empujado por el último movimiento conciente de Iván, caía
por la banderola del baño al patio lindero.
Cuando la última letra había terminado de introducirse en su organismo era
uno más de los desquiciados que deambulaban y gritaban sin coherencia
con todo lo que se les interponía en el camino.
Aída ya había dejado a los niños en el jardín de infantes y proseguía hacia
su trabajo. Ya le parecía extraño no haber recibido un mensaje en su celular.
Estacionó el auto, no soportaba más la curiosidad, y abrió la cartera en
busca del teléfono. Ahí recordó que lo había dejado cargando en su casa y
comenzó a culparse de no haber traído el cargador a la empresa. Se dijo:
- Bueno, un día sin celular no es el infierno.
Cuando llegó al trabajo no pudo ingresar el auto al estacionamiento. Una
muchedumbre obstruía el paso. Apagó el motor, se bajó con un nudo en el
estómago y abriéndose camino a los empujones llega a la entrada donde
todos sus compañeros yacían en el piso llorando desconsoladamente.
Un hombre que hacía ejercicio por las mañanas frente al lugar cruzó la
calle, la miró y le dijo: - ¿No se enteró? Otra vez los celulares han entrado
en huelga sistemática culpando a sus dueños por abuso. Ahora vuelven
sus mensajes contra su dueño. Lo que éstos nunca quisieran leer; no
solo lo leen sino que se introduce en su cerebro para atormentarlos. Un
infierno ¿no?
Aída pensó enseguida en Iván, y el señor, volviendo a su rutina, decía:
- menos mal que yo nunca me compré uno.

BILU

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