Espero críticas y elogios, ceños fruncidos y sonrisas cómplices, lágrimas de emoción y carcajadas ilusas. Si logra este espacio personal alguna de esas sensaciones me daré por satisfecha........

viernes, 25 de febrero de 2011

SECRETOS

- Bonito viaje el que emprenden los navegantes, ¿verdad abuelo?
- Puede ser, todo depende del lugar. Pero podría decirse que es apasionante.
- Contame de los tuyos. Fuiste capitán de navío en España, debes de tener historias fantásticas.
- Tonterías que te contó tu madre. Sólo teníamos una carcasa de madera con la que fantaseábamos a la orilla del mar.
- ¿Cómo a la orilla? ¿Nunca navegó esa carcasa? ¡No me querés contar! Vos sabés que el mar me da miedo; nunca jamás iré mar adentro, cuentes lo que cuentes. Únicamente soy marinero en la pileta del baño, sobre mi barco a pilas, ese que me regalaste para mi cumpleaños.
- Bueno, sí, claro que navegó mi carcasa pero, justamente, cuando yo no lo hubiera querido por nada del mundo.
La había hecho con mis propias manos. Me llevó siete días y sus noches la tarea, siempre acompañado del ronroneo de tu madre, que por ese entonces contaba con seis años. Tu abuela contaba los días que le separaban para conocer a su segundo hijo o hija. En esos tiempos, el sexo de un bebé todavía no nacido era un puro deseo. Tu mamá deseaba un Carlitos; decía que así podría divertirse más porque ya sabés que a ella siempre le gustaron sólo los juegos de varones.
- Pero mamá es hija única. Y la abuela murió al tenerla- interrumpió Ramiro- ¡Estás inventando todo! No me gusta esta historia. Quiero saber la verdad sobre tus viajes con la carcasa, o navío, porque así me lo contó mamá. No mientas más.
- No querido, no estoy mintiendo. Nunca haría algo así con estos temas.
- Entonces, ¿quién me mintió?
- Nadie mi amor. Por eso no quería hablar de esto. No me mires así; te contaré todo pero prométeme que no hablaremos del acontecimiento una segunda vez y que todo quedará entre nosotros.
- Te lo prometo abuelo. Dale, dale ¿qué pasó?
- Un día en que tu mamá y yo habíamos ido al mercado, tu abuela, con siete meses de embarazo, subió a la maldita carcasa y se la llevó mar adentro.
Al atardecer, ya inquietos por la desaparición, la vemos volver. Vacía.
Desde ese momento no la desaté jamás del palo mayor del muelle. Y mandé poner una red para impedir que surcara aguas profundas. Poco a poco nuestros juegos se limitaron a los desembarcos fantásticos: yo le hice creer a tu mamá que esos bucaneros sólo podían mantenerse visibles sobre la espuma, tenían el poder de esfumarse cuando pisaban la arena; por eso, todavía sostiene que su hermano y tu abuela están esperándola más allá del océano.
El murmullo de las olas al rozar las rocas sobre las que Ramiro escuchaba absorto, se apoderó del espacio.
El abuelo miró a su nieto: una lágrima caía sobre su rodilla. Su cabeza gacha y su mano estrujando la arena le apretaron el corazón. Le acarició el cabello y, acercando la boca al oído del niño terminó de inventarle el nuevo secreto: cuando salpiquen tu piel, como ahora, algunas gotitas, recuerda que Carlitos ha venido a jugar contigo; la abuela…la abuela es la aventura que buscan tus pies descalzos.
BILU