Espero críticas y elogios, ceños fruncidos y sonrisas cómplices, lágrimas de emoción y carcajadas ilusas. Si logra este espacio personal alguna de esas sensaciones me daré por satisfecha........

domingo, 4 de septiembre de 2011

IRREVERSIBLE



El vestido. Ese que vive
desde hace tiempo en el ropero.
Ese vestido. Mi vestido.
Largo, a lunares rojos
sobre fondo blanco,
el de los volados.
Hace danzar mis recuerdos
cada vez que lo veo.
Ese que pide salir de su funda
cuando abro el ropero.
Yo lo complazco
cada vez que puedo
y desde el suelo, entonces,
a mi mejilla levanta vuelo;
la acaricia
y lánguidamente vuelve a caer;
ya estuvo en mi hombro
y busca otro amparo:
parece saber dónde anidar.
Obedecen mis pies
su natural intuición.
Sí, aquí están
los zapatos de tacón,
los de sevillana,
rojos, con hebillas,
para la otra pasión.


Y a punto de desatar
tanta espontánea emoción,
la realidad nos detiene
sin ninguna compasión:
veintisiete años pasaron
y ya yo soy otra yo.


BILU

ATRAPADA

Eran aproximadamente las diez de la mañana. Bastante frío y húmedo se presentaba el tiempo en el otoño de "San Octavio"; un pueblito de dos mil habitantes que se prendía del mapa con uñas y dientes.
En el hospital, el único. Más precisamente en la sala de urgencias había sido una mañana tranquila.
Hasta que ingresó Omar, un hombre más bien joven, morocho, con bigotes gruesos y ojos inquietos.
La enfermera de admisión ya lo conocía, no porque en un pueblo pequeño se conozcan todos, sino por sus reiteradas visitas. Casi siempre en situaciones sospechosas e incómodas, trayendo o buscando a su mujer. La que precisamente había ingresado esa mañana con un cuadro de posible aborto.
- ¡Cálmese Omar! ¿Qué necesita, se encuentra usted bien?- le dijo con tono amable Laura, la enfermera.
- Yo lo único que quiero es ver a mi mujer; vi la cama manchada. Este es el único hospital ¿no? Con ella todo lo tengo que imaginar, después no entiende porque me enojo- contestó nervioso y con aire de perseguido golpeando su puño contra el mostrador.
- Si no se tranquiliza no voy a poder ayudarlo. Yo entré en el turno matutino; voy a consultar con mis compañeros del nocturno. Tome asiento en la sala de espera; ya regreso- dijo Laura, que ya veía problemón en puerta.
- Usted no entiende, o ¿está de viva como Nora? ¡No se me puede escapar así! Yo no puedo esperar- y con un brusco movimiento ingresó corriendo y gritando obscenidades contra su esposa al block de urgencias desparramando todo lo que veía a su paso.
El caos de sirenas, gritos, corridas, llantos y golpes enardecían aún más al hombre que seguía avanzando ciego de rabia y con sus ojos escrutando el posible lugar en donde se encontraba Nora.
Se sintió un ruido sordo, hueco detrás de las cortinas que separan las camillas de urgencia de la sala de operaciones. Omar se detuvo. Percibió el peligro...
Al voltearse el médico de guardia lo enfundó con una manta, que había sacado de la ropería, y cayó al suelo rodando junto al hombre que forcejeaba y gritaba: - ¡Desgraciados; ya van a ver!
El médico, aún sobre él, le inyectó un sedante y Omar no demoró mucho en cesar su lucha.
Aún medio anestesiado abre sus ojos y ve a Nora a su lado.
- ¿Qué pasa Omar? Sólo me sentía mareada y manché la bombacha con unas gotitas de sangre. En mi estado pensé lo peor y me vine. No quise despertarte tan temprano y no quería que los chiquilines se asustaran- le dijo Nora fingiendo tranquilidad.
- Señora; en vista de la ecografía que le acabamos de hacer usted tiene que permanecer en reposo unos días. Lo ideal sería que pudiera hacerlo aquí pero lamentablemente sabe que no damos abasto con las camas. ¿Está segura de estar bien con su esposo en su casa? Nosotros le mandaríamos todas
las semanas al médico para controlarla- le informó el doctor observando las manos de la mujer. Sus dedos diestros movían en forma circular y casi paranoica el anillo del dedo anular en su mano izquierda.
- Sí doctor, no hay problema. Lo que pasa es que mi marido es depresivo y hace unos días que no se medica. Ya están pedidas las pastillas en farmacia pero nuestro número es para el mes que viene.
- Bueno, entiendo. Entonces cuando se sienta más tranquila y su marido logre caminar por sus propios medios me avisa con la nurse y le damos el alta- dándole un apretón de manos cómplice y afectuoso.

BILU

viernes, 25 de febrero de 2011

SECRETOS

- Bonito viaje el que emprenden los navegantes, ¿verdad abuelo?
- Puede ser, todo depende del lugar. Pero podría decirse que es apasionante.
- Contame de los tuyos. Fuiste capitán de navío en España, debes de tener historias fantásticas.
- Tonterías que te contó tu madre. Sólo teníamos una carcasa de madera con la que fantaseábamos a la orilla del mar.
- ¿Cómo a la orilla? ¿Nunca navegó esa carcasa? ¡No me querés contar! Vos sabés que el mar me da miedo; nunca jamás iré mar adentro, cuentes lo que cuentes. Únicamente soy marinero en la pileta del baño, sobre mi barco a pilas, ese que me regalaste para mi cumpleaños.
- Bueno, sí, claro que navegó mi carcasa pero, justamente, cuando yo no lo hubiera querido por nada del mundo.
La había hecho con mis propias manos. Me llevó siete días y sus noches la tarea, siempre acompañado del ronroneo de tu madre, que por ese entonces contaba con seis años. Tu abuela contaba los días que le separaban para conocer a su segundo hijo o hija. En esos tiempos, el sexo de un bebé todavía no nacido era un puro deseo. Tu mamá deseaba un Carlitos; decía que así podría divertirse más porque ya sabés que a ella siempre le gustaron sólo los juegos de varones.
- Pero mamá es hija única. Y la abuela murió al tenerla- interrumpió Ramiro- ¡Estás inventando todo! No me gusta esta historia. Quiero saber la verdad sobre tus viajes con la carcasa, o navío, porque así me lo contó mamá. No mientas más.
- No querido, no estoy mintiendo. Nunca haría algo así con estos temas.
- Entonces, ¿quién me mintió?
- Nadie mi amor. Por eso no quería hablar de esto. No me mires así; te contaré todo pero prométeme que no hablaremos del acontecimiento una segunda vez y que todo quedará entre nosotros.
- Te lo prometo abuelo. Dale, dale ¿qué pasó?
- Un día en que tu mamá y yo habíamos ido al mercado, tu abuela, con siete meses de embarazo, subió a la maldita carcasa y se la llevó mar adentro.
Al atardecer, ya inquietos por la desaparición, la vemos volver. Vacía.
Desde ese momento no la desaté jamás del palo mayor del muelle. Y mandé poner una red para impedir que surcara aguas profundas. Poco a poco nuestros juegos se limitaron a los desembarcos fantásticos: yo le hice creer a tu mamá que esos bucaneros sólo podían mantenerse visibles sobre la espuma, tenían el poder de esfumarse cuando pisaban la arena; por eso, todavía sostiene que su hermano y tu abuela están esperándola más allá del océano.
El murmullo de las olas al rozar las rocas sobre las que Ramiro escuchaba absorto, se apoderó del espacio.
El abuelo miró a su nieto: una lágrima caía sobre su rodilla. Su cabeza gacha y su mano estrujando la arena le apretaron el corazón. Le acarició el cabello y, acercando la boca al oído del niño terminó de inventarle el nuevo secreto: cuando salpiquen tu piel, como ahora, algunas gotitas, recuerda que Carlitos ha venido a jugar contigo; la abuela…la abuela es la aventura que buscan tus pies descalzos.
BILU

martes, 18 de enero de 2011

SE LE LLAMA VIVIR....

Redes ilusorias

que atrapan recuerdos

y dejan escapar

vivencias inolvidables

de los mejores años



Paredes que hablan,

rincones que asfixian,

jardines que invitan

a vivir esa inocencia infantil

que nos estruja el corazón

golpeándolo sin compasión



Olor a lluvia de abril

mojado por el tiempo

Sabor a helado de vainilla,

a crocante barquillo estival

jugando con el recuerdo

de nuestro exquisito paladar infante



Estrella fugaz

que acaricia

mi cabello rebelde

y despierta los celos

de las nueve lunas

que anidan en mis entrañas



Nostalgia de

ingenuas travesuras,

de tizas escondidas,

de libretas garabateadas,

de esperanzas robadas

e ilusiones prestadas; y

ya olvidadas por el imparable

y monótono sonido del reloj.



BILU