Espero críticas y elogios, ceños fruncidos y sonrisas cómplices, lágrimas de emoción y carcajadas ilusas. Si logra este espacio personal alguna de esas sensaciones me daré por satisfecha........

lunes, 8 de marzo de 2010

LA CHICA DE LA PLAYA

LA CHICA DE LA PLAYA


La playa estaba repleta, atestada de gente. La arena hervía, le dolía su cuerpo pisoteado y aplastado por niños hombres, animales, sombrillas, bolsos, reposeras; que la visitaban ni bien los días comenzaban a templarse.
En invierno pocos eran los que se acordaban de ella. Por eso hervía cuando era utilizada sin el menor respeto.
El único hueco vacío, más o menos de dos metros, comenzaba a llenarse por una mujer que sólo traía una estera, un bolso de mano, el discman y su físico privilegiado.
Antes de escuchar su cd favorito, mientras cubría de bronceador toda su piel al desnudo, se entremezcló en el bullicio del lugar. Su mirada se perdía en la inmensidad del mar siguiendo el corcoveo de las olas que jugueteaban con la arena húmeda a la mancha.
La sombrilla, que descansaba al lado de ella, estaba sola ocultando pertenencias debajo de su sombra.
Por fin terminó de acomodar su cuerpo en la estera; dándole la espalda al cielo que le regalaba un sol intenso.
Sin darse cuenta fue entrando en una calma soñolienta ayudada por la melodía que acariciaba sus oídos.
La sombrilla de al lado ya no estaba sola; sus dueños recién volvían del agua y ya comenzaban a preparar el mate. Todavía era temprano y el día invitaba a quedarse. Sólo cuando comenzó a darle comezón en la espalda se volvió regalándole al sol sus opulentos pechos desnudos.
_ ¡Vamos, Ricardo! los niños no pueden presenciar semejante cosa_ dijo Rita, acomodando los juguetes desparramados en el bolso al ver a su marido pasmado con el paisaje.
_ ¡Pe...pe...pero mujer! Tampoco es para tanto. Ni se van a dar cuenta, son chiquitos_ contestó Ricardo sin sacar sus ojos del maravilloso espectáculo.
_ Si vos no venís, me voy yo con los niños. ¡Vaya degenerado que resultaste!_ y con el bebé bajo el brazo, el bolso colgado a la espalda y Pedro de la mano con el pañal a medio poner salió casi despavorida.
_ Bueno mujer, ya voy, ya voy ¡Qué lo parió! uno no puede estar tranquilo ni en vacaciones_ y siguió a su familia no sin voltearse más de una vez hacia el paraíso.
Las pilas del discman comenzaron a cansarse. _ ¡Claro! si este aparato no lo uso desde julio cuando fui a Europa. Camino a casa compraré nuevas_ pensó Victoria, percatándose de que sus vecinos la observaban como si fuese un extraño y deseado objeto. No perdían ninguno de sus movimientos.
Entonces aprovechándose de la situación sacó su aceite de broncear y lo fue deslizando con la yema de sus dedos por su brazo izquierdo desde sus manos al hombro, que se movía complacido por el masaje. Hizo lo mismo con el otro brazo.
Bajo las miradas lascivas y las gargantas atragantadas de unos cuantos curiosos, fue deslizando sus dedos hacia los senos calientes y sugestivos.
Un tropel de mujeres celosas se abalanzaron a sus maridos con diversas excusas llevándose al público que aplaudiría de pie a Victoria si no hubieran sido desalojados sin compasión.
Ella satisfecha y poderosa siguió con su juego de seducción sin preocuparse por las consecuencias.
Ella volvía de su caminata habitual, ya prácticamente sin público.
El sol ya no tenía muchas fuerzas.
Ya era tiempo de volver. Se vistió con sus jeans ajustados y el top naranja que resaltaba su bronceado. Enrolló la estera, colgó su bolso sobre el hombro derecho y fue lentamente disfrutando de las cosquillas que la arena fresca le regalaba a sus pies descalzos.
Nunca imaginó, tras las dunas, que su provocativo silencio la esperaba agazapado.
Terminó en el hospital. Los médicos tuvieron que reconstruir parte de su condición. Habían actuado como animales salvajes.

BILU