Espero críticas y elogios, ceños fruncidos y sonrisas cómplices, lágrimas de emoción y carcajadas ilusas. Si logra este espacio personal alguna de esas sensaciones me daré por satisfecha........

viernes, 13 de noviembre de 2009

EN LA OSCURIDAD

EN LA OSCURIDAD

Todo el barrio la conocía. En los alrededores la llamaban "Magenta"; aunque la fachada de su casa era un rostro pálido, sin luz y ensombrecido por manchas de humedad que corroboraban el paso del tiempo.
Abelardo no podía más; ya llevaba mas de cinco años esperando un milagro. Nadie como él seguía las indicaciones de los médicos tal cual aconsejaban. El mal seguía avanzando.
Vivía en la esquina de esa casa sin rostro. Había oído hablar de esta misteriosa mujer desde sus años jóvenes; pero jamás había conocido su rostro. Las descripciones eran muy difusas, inquietantes y perversas. No había una igual a la otra.
pensó Abelardo.
Era un día hermoso. El resplandor del sol se escondía en las grietas de las baldosas quebradas por cientos de bicicletas y changuitos que las herían desde hacía más de cincuenta años, sin que un sólo camión de la municipalidad
sintiera la obligación de reparar el daño. Los árboles con la melena erguida traslucían rayos de claridad que recortaban las siluetas sobre las paredes de los pocos transeúntes que a esas horas se atrevían a enfrentar el calor de la siesta.
Venía observando esa claridad Abelardo, cuando al llegar al número veinte trece detuvo su marcha y por unos segundos quedó observando la puerta descascarada con su mano cerrada a unos diez centímetros de la misma. Y en ese instante la puerta se abrió. Esa mujer, su exterior, su carácter, su peinado, su expresión; toda ella desprendía un algo misterioso, oscuro. Muy por el contrario de su nombre tan colorido. Con un ademán tosco aunque también amable lo invitó a pasar.
Tras la puerta, que lentamente se cerró, el hombre comenzó a sentirse ahogado, con el pecho cerrado y con ansias de correr y correr sin destino. Pero ya estaba allí; solo tenía que esperar y conseguir lo que había venido a buscar.
Magenta lo invitó a sentar; y le dijo: - Espéreme aquí. Preparo la sala y lo llamo- desapareciendo tras una puerta más deteriorada que la principal.
Abelardo se sentó en la primera silla que junto a una mesita, era escondida por un saliente en la pared que le permitía ocultar un poco, aunque más no sea, su vergüenza y su dolor.
El olor a humedad y a polvo descascarado provocaba una sed incontenible y constante en el hombre.
Limpiando su rostro de la transpiración y las lágrimas con su mano caliente no entendía qué fuerza superior lograba mantenerlo ahí, percibiendo la decadencia de una habitación semiderruída, despintada, fría y polvorienta que solo le hacía
sentir la desolación cada vez más honda en la que se encontraba su vida.
Sin embargo ahí estaba y no se movía; esperando un milagro que sólo podía brindárselo Magenta. Esa cruel enfermedad que se estaba llevando a su hija merecía un duro golpe de alguien que fuera más negra, más desolada y más cruel que ella misma.
- Está todo pronto. Pase y póngase cómodo- le dijo la mujer invitándolo a la sala por donde había desaparecido hacía un instante.
Abelardo, no muy convencido, siguió la indicación. Una luz brillante encegueció sus ojos; llevó sus manos hacia ellos para protegerlos; pero la luz taladraba y agujereaba sus manos que no pudieron evitar la herida.
- ¡Estoy ciego, estoy ciego!- gritó Abelardo con sus brazos estirados y enloquecidos por tocar algo o alguien.
- Papá, papá ¿qué pasa? ¿Por qué gritás como loco? Estoy acá; tranquilo.
Abigail se sentó al borde de la cama mientras tomaba las manos descontroladas de su padre, que con sus ojos abiertos, fijos en la pared, parecía un sonámbulo.
- No puedo más, no quiero ser más una pesadilla para vos. Soy un cáncer que no puedo extirparme. Cada vez se agranda mas en tu interior; y yo no te ayudo a matarlo.
- ¿Qué estas diciendo papá? Vos no sos ningún cáncer para mí. Sos lo único y lo más grande que tengo en la vida. Sólo estás nervioso por tu operación. No te preocupes, vas a poder verme de nuevo. Los médicos son optimistas y yo también.
Siempre estaré contigo; ya vas a ver cómo he crecido y que bonita está la casa. La terminaré de acondicionar para cuando vuelvas del hospital y despiertes de esa noche tan larga.

BILU

3 comentarios:

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  2. Muy bueno, Adriana!!!
    Tenés que seguir escribiendo... y publicando!!!
    Felicitaciones.

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  3. Gracias Alicia!! Como siempre dándome para adelante....no me olvido que vos fuiste mi gran motor para que me anime a lo que hace unos años lo veía tan distante jeje...publicar y seguir creciendo en la escritura...mil gracias!! beso grande!

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