Mariana se miraba al espejo como cada mañana. Las ojeras eran producto de
una noche de insomnio como cualquier otra, y el ritual de intentar cubrirlas se
repetía. Las ideas que circundaban su mente eran las que a cada rato galopaban
desde que fue capaz de retener momentos en su memoria. Pero esta vez, la
velocidad, y la claridad con que aquellos pensamientos atizaron, fueron el motor
que incitó a Mariana a llevar a cabo su plan.
Como cada día desde hacía cinco años, se duchó, desayunó frugalmente y salió
hacia la editorial; sin que esos pensamientos abandonaran su mente.
Vivía en el décimo piso. A la hora en que tomaba el ascensor parecía que cada
uno de sus vecinos también querían tomarlo. La espera nunca era menor a cuatro
o cinco minutos; lo cual la impacientaba terriblemente. Al fin cuando paró, se subió.
Aprovechó el espejo del ascensor para arreglarse el pelo y terminar de retocarse el maquillaje.
Le pareció que bajaba más lento que de costumbre. O sus deseos ya habían llegado y ella aún no.
Ya en planta baja había reparado en varios detalles del hall que no reconocía, y aunque no
comprendía lo que estaba pasando, prosiguió a paso apurado hacia la puerta.
- Disculpe, ¡buen día! Mi nombre es Felipe- le dijo el portero- Usted ¿es nueva en el edificio?
Mariana seguía sin comprender lo que pasaba < qué dice este hombre si fue gracias a mi que obtuvo su puesto en este edificio. No puede ser que no me reconozca>
Salió a la calle bajo la mirada asombrada del hombre que subiendo el tono le preguntó:
- ¿Se siente bien señorita, quiere que le llame un médico?
Pero Mariana ya estaba en la acera, mirando hacia los lados <ésta calle jamás la vi en mi vida. ¿Qué es esto? Acaso ¿estoy soñando? No, no puede ser tan real. No...> Dobló la esquina buscando pistas que la guiaran hacia la editorial.
Caminó, caminó y caminó... No recordaba tener que recorrer tantas cuadras para
llegar a la parada de ómnibus; pero siguió. < Quizá el café de anoche no me sentó bien> se repetía< Fueron varias tazas...pero el cuento debía terminarlo. Ya no podía posponer más el final, hoy Gustavo y Luis se reunían con Olazábal>
Llegó a la editorial sin proponérselo. Algo la había guiado. Nunca supo que fue. Pero ahí estaba.
- Srta. ¿Qué necesita?- le preguntó la recepcionista.
- Las bromas dejáselas a los de impresión. ¿No hay mensajes para mí?
- Disculpe, yo a usted no la conozco. No estoy bromeando. ¿Qué necesita?
- ¡Paola! ¿Te sentís bien? ¿Se pusieron todos de acuerdo para enloquecerme en el día de hoy?
- Mire señorita, no sé cómo sabe mi nombre y si no me dice ¿qué es lo que quiere? voy a tener que invitarla a retirarse. No me haga llamar a seguridad.
- Mirá, la única que puede llamar a seguridad acá soy yo. Acaso ¿te volviste loca? Ya para broma fue demasiado.
Subió a su oficina a pasos firmes y nerviosos dejando a su interlocutora sorprendida y sin habla.
A su alrededor seguía viendo sin reconocer. Desde el mobiliario hasta la decoración de las paredes. Todo era distinto. No lo recordaba. Y siguió caminando cada vez más sorprendida queriendo por fin encontrar a alguien que le explicara.
Entró a su oficina. Ahí todo estaba igual a lo que recordaba, todo como lo había dejado ayer. Se dejó caer en el sofá, tiró la carpeta con su trabajo sobre el escritorio y cerró los ojos. Esperaba despertar en su cama sobresaltada por el sueño loco en el que acababa de entrar.
Una voz conocida y muy sensual se acercaba a ella. Abrió sus ojos. Aún estaba en la oficina y el que se acercaba con pasos ligeros era Luis, y no venía solo. Asustada se escondió en el baño.
Luis y Gustavo entraron sin llamar. Al parecer discutían sobre el cuento que ella había terminado para hoy. Y también hablaban sobre el suicidio de una compañera a la que parecían apreciar. Con su oreja pegada a la puerta Mariana estaba desconcertada.
<¿De quién hablan? Aquí la única escritora soy yo. ¿Qué está pasando? ¿Quién soy?> se preguntaba mirándose al espejo al borde de las lágrimas. Hasta que escuchó a Luis: - Mirá acá, en el escritorio. Esa carpeta es de Mariana. ¿Será el final del cuento?
- ¿Qué decís? Mariana está muerta. Acabamos de venir de su entierro. Sé que fue
repentino pero en su apartamento encontraron el bosquejo sin terminar.
- Si, ya sé...la extraño, la extraño demasiado- contestó Luis apretando contra su pecho la carpeta y cayéndose de rodillas al suelo. - Nunca pensé que llegara a éste extremo. La culpa fue nuestra, la presionamos demasiado. Era una escritora brillante.
Mariana tras la puerta no podía creer lo que oía...Se miró al espejo. Se volvió a mirar. Palpó cada centímetro de su cuerpo < Estoy viva. ¿De qué hablan?>
- Levantáte Luis. ¡Vamos hombre, arriba! Tenemos que aprontar todo para la reunión con Olazábal. Hay que buscar un buen final rápido. Entre los dos podremos. ¡Vamos!- levantando de un brazo a su amigo destrozado.
Luis se sentó, se secó las lágrimas y abrió la carpeta. Leyó lo que había dentro y con una triste sonrisa miró a Gustavo.
- ¿Qué pasa?- le dijo éste.
- Antes de suicidarse escribió el maldito final. ¡Léelo con tus propios ojos!- entregándole la carpeta con rabia.
Gustavo lo leyó en voz alta: " De todas formas supo que solo era un cuento y era cuestión de elegir el final entre los tantos conocidos. Pero prefirió seguir escribiendo día y noche para evitar el momento en el que todos los cuentos terminan."
BILU
MUY BUENO!!!
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