Espero críticas y elogios, ceños fruncidos y sonrisas cómplices, lágrimas de emoción y carcajadas ilusas. Si logra este espacio personal alguna de esas sensaciones me daré por satisfecha........

sábado, 10 de octubre de 2009

ARRIESGADA DESICION

ARRIESGADA DESICION

Estaba oscuro. Cientos de almas se movían, emulando ganado nervioso. Ella
procuraba pasar inadvertida. Inmóvil y callada en su litera, aferrada al minúsculo equipaje, se limitaba a observar el entorno. De vez en cuando miraba de reojo aquel cuadrante del falso pasaporte, que sobresalía del bolsillo; le había costado mucho conseguirlo. Tampoco habían perdido sus oídos las últimas palabras de su madre al embarcar: "Si escuchás tu nombre sigue caminando sin voltearte jamás."
El barco era alemán; su pasaje, de segunda; pero sus esperanzas volaban alto y dirigían la embarcación.
Iban pasando los días y los alimentos empezaron a escasear. Algunos, los más osados, subían a cubierta donde los turistas de clase alta algunas veces necesitaban ayudantes; la paga era en mercancía. Muchos terminaban escaleras abajo, escuchando un portazo de despedida.
Isabel soñaba noche y día. Se imaginaba en las calles de la ciudad desconocida y a medida que así las recorría, se fue convenciendo de las molestias que sus contadas pertenencias le causarían. Decidió entonces deshacerse de ellas; necesitaba lanzar por la borda los episodios que todavía la ataban al pasado. Como aquella frazada, la que su madre y su hermana le habían tejido y bordado para el ajuar matrimonial. Comprendió que tirar su amada manta por la borda era un compromiso absoluto con José, mucho más radical que el que le había jurado en la ceremonia de los anillos y la echó a volar. Sobre la pantalla multicolor de la frazada, que tremolaba al compás de la brisa suave, antes de tenderse sobre el colchón de espuma que esperaba su
descanso, la mirada de la mujer descubrió algunas imágenes de la Isabel que se había quedado en tierra: la de la boda, la de los primeros tiempos de convivencia y adaptación a una familia numerosa, porque José era un viudo veinte años mayor que ella y padre de una jovencita de catorce años y tres varones mayores, aunque sólo los fines de semana estaban juntos en el campo. Isabel se las ingeniaba para mantener sin ayuda la huerta y unos pocos
animales de corral mientras su marido, ascendido a capataz, lidiaba en la construcción cada vez más horas sin que la retribución reflejara su esfuerzo.
España no era la misma después de la guerra. Corría el rumor de que en América se necesitaba mano de obra y que la paga crecía al ritmo de la adolescencia pujante del continente.
Un mal día, José decidió probar suerte sobre la otra orilla del Atlántico. La despedida fue cruel. Ese día, Isabel no se levantó. Desde su cuarto vio partir al amado, con su pequeña hija de la mano. Su corazón galopaba detrás de él, pero la razón le impedía el paso: era muy orgullosa y no le perdonaba que la dejara. Sólo cuando ya no se divisaron las siluetas en el camino, Isabel estiró su cuerpo y se quedó observando el paisaje solitario a través de la ventana.
Se tiró en la cama, de nuevo. Lentamente fue deslizándose debajo de la manta abrigada y colorida; cerró los párpados, buscando un sueño que la redimiera pero en la oscuridad sólo había aparecido el rostro de José. El mismo que ahora latía en la bandera de aquel barco surcando el incierto pero esperanzado futuro.

BILU

2 comentarios:

  1. Esta historia es real...aunque con detalles imaginados claro. Mi abuela vino así de
    España en los años 20 del siglo anterior...la idea es seguirla( que por cierto lo estoy haciendo) pero así la mandé a un concurso en el que gané una mensión especial.

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  2. Adriana, seguí la historia!!!
    Es un hermosísimo relato de amor, fe y enorme coraje!!!
    No sabía lo de la mención especial. Felicitaciones!!!

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