Espero críticas y elogios, ceños fruncidos y sonrisas cómplices, lágrimas de emoción y carcajadas ilusas. Si logra este espacio personal alguna de esas sensaciones me daré por satisfecha........

domingo, 11 de octubre de 2009

PERFIDA MUJER

PÉRFIDA MUJER


Sus ojos demoraron en cerrarse, quizá para terminar de abrir la herida que había causado en mi enfermo corazón.
Ya no podía recordar nítidamente cómo fue que la conocí. De lo que estoy seguro sí, es de recordar a la perfección ese maldito día, ese día que decidió comenzar con mi fin.
Ese día...lo recuerdo como si hubiera sido ayer; y ya pasaron quince años. Recuerdo su mirada desencajada, sus movimientos nerviosos, sus insultos sin fundamento y ese fervor por vivir y jugar al límite con mis sentimientos. Había sacado un cuchillo de la cocina y lo revoleaba dando bofetadas al aire a unos pocos centímetros de su panza, donde mi hijo inmerso en la sombra protectora del útero materno, se aprontaba a desafiar su inframundo en un mes aproximadamente.
Yo, desesperado, trataba de calmarla, pero a cada intento mío por abrazarla para quitarle el cuchillo su furia aumentaba. Aumentaba a ritmo inquietante, hasta frenético. Al mismo ritmo que mis latidos. Y en esa sincronía arrítmica acelerada lo último que vi y que oí antes de desvanecerme fueron los gritos desgarradores de Laura al hundir el cuchillo con fiereza inusitada en medio de su abdomen.
Cuando los médicos me dieron el alta definitiva la fui a buscar, preocupado, sí preocupado. Aún la quería.
No sólo ya no tendría una familia, hijos, mujer, nietos; sino que ya no tenía vida. Ella logró matarla.
No pude siquiera pensar simplemente en vivir; comencé a vivir mi muerte. De mi trabajo a la clínica, de la clínica a mi casa, de mi casa al trabajo; esa fue mi rutina diaria durante cinco años. Lo que duró su internación en el psiquiátrico, lo que pude pagar; bueno, en realidad, lo que quise pagar.
Los dos nos habíamos salvado de milagro. Mi querido Daniel no había tenido esa suerte o esa desgracia, ya no sé que hubiera sido mejor. Yo con un corazón enfermo y ella siendo estudio de juntas médicas que aún hoy no comprenden.
Yo recién hoy comprendí. Y en mi mente, mientras veía su rostro aterrado, se agruparon los recuerdos de lo que nunca fue. ¡Qué iluso! ¿No?
Podría haberlo hecho mucho antes. Podría haberla dejado abandonada a su suerte. Hubiera podido sí, pero no lo hice. Simplemente quería acabar con ella.
Lo había planeado muy bien; sin embargo nunca pensé que me dolería tanto su mirada en el último minuto de agonía. Hasta muriéndose logró su objetivo: hacerme sentir culpable de haber nacido.

BILU

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