Espero críticas y elogios, ceños fruncidos y sonrisas cómplices, lágrimas de emoción y carcajadas ilusas. Si logra este espacio personal alguna de esas sensaciones me daré por satisfecha........

jueves, 19 de abril de 2012

UNA HISTORIA CASI COMÚN

En la sala ya no se oía sonido alguno.
Mi madre, en la cocina, fregaba algo de lo tanto que sus invitados habían ensuciado.
Mi padre ya se había acostado, cansado de mostrar alegría por cumplir un año más que solo acercaba su existencia a la esperanzada muerte.
Lola, mi prima, se había quedado a dormir. En cada fiesta familiar nos encargábamos de lograr el consentimiento de nuestros padres, con la excusa de divertirnos conversando hasta altas horas de la madrugada.
Ella iba a cumplir catorce años el mes entrante. Yo tenía dieciséis.
Ella dormía en mi cuarto; yo, en el sofá del living.
Cuando mi madre se acostó sabíamos que en diez minutos la noche era nuestra, y las paredes de mi cuarto nuestras cómplices. Se volvían de color punzó a cada movimiento de sus piernas casi torneadas bajo las sábanas invitándome a complacer sus deseos. Yo ya había logrado inculcarle que ese calor que nos subía desde las entrepiernas había que sofocarlo. Más allá del parentesco.
Ella dejaba prendida la lámpara de mi mesa de luz debajo de la cama, tapada con un tul que mi madre usaba para que las moscas no invadieran sus manjares caseros. Y yo me deslizaba por entre la luz que la rendija de mi puerta nos permitía conservar hasta mi suave impulso de taco que la cegaba por un buen rato. Entraba en el colchón ya húmedo y me entremezclaba entre sus muslos inquietantes y sugestivos que lograban paralizar todo mi ser y hacían descansar mis labios en brazas sobre los vellos alzados de su entrepierna.
Nunca nuestros ojos se cruzaron, nunca ella se desnudaba por completo. Yo acariciaba sus pequeños senos aún en formación con la yema de mis dedos. Era en ese instante que su corazón galopaba debajo de mi mano inquieta y le transmitía toda su energía a mi cuerpo que ya lograba acariciar todas sus partes hasta fundirse en un acto de entrega entre su pubis y mis caderas.
Nunca habíamos traspasado el límite hasta hoy. Ella aunque niña tenía un fuego interior de mujer. Y yo, aunque responsable, la había amado desde mis primeros pensamientos eróticos.

BILU

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