Espero críticas y elogios, ceños fruncidos y sonrisas cómplices, lágrimas de emoción y carcajadas ilusas. Si logra este espacio personal alguna de esas sensaciones me daré por satisfecha........

domingo, 4 de septiembre de 2011

ATRAPADA

Eran aproximadamente las diez de la mañana. Bastante frío y húmedo se presentaba el tiempo en el otoño de "San Octavio"; un pueblito de dos mil habitantes que se prendía del mapa con uñas y dientes.
En el hospital, el único. Más precisamente en la sala de urgencias había sido una mañana tranquila.
Hasta que ingresó Omar, un hombre más bien joven, morocho, con bigotes gruesos y ojos inquietos.
La enfermera de admisión ya lo conocía, no porque en un pueblo pequeño se conozcan todos, sino por sus reiteradas visitas. Casi siempre en situaciones sospechosas e incómodas, trayendo o buscando a su mujer. La que precisamente había ingresado esa mañana con un cuadro de posible aborto.
- ¡Cálmese Omar! ¿Qué necesita, se encuentra usted bien?- le dijo con tono amable Laura, la enfermera.
- Yo lo único que quiero es ver a mi mujer; vi la cama manchada. Este es el único hospital ¿no? Con ella todo lo tengo que imaginar, después no entiende porque me enojo- contestó nervioso y con aire de perseguido golpeando su puño contra el mostrador.
- Si no se tranquiliza no voy a poder ayudarlo. Yo entré en el turno matutino; voy a consultar con mis compañeros del nocturno. Tome asiento en la sala de espera; ya regreso- dijo Laura, que ya veía problemón en puerta.
- Usted no entiende, o ¿está de viva como Nora? ¡No se me puede escapar así! Yo no puedo esperar- y con un brusco movimiento ingresó corriendo y gritando obscenidades contra su esposa al block de urgencias desparramando todo lo que veía a su paso.
El caos de sirenas, gritos, corridas, llantos y golpes enardecían aún más al hombre que seguía avanzando ciego de rabia y con sus ojos escrutando el posible lugar en donde se encontraba Nora.
Se sintió un ruido sordo, hueco detrás de las cortinas que separan las camillas de urgencia de la sala de operaciones. Omar se detuvo. Percibió el peligro...
Al voltearse el médico de guardia lo enfundó con una manta, que había sacado de la ropería, y cayó al suelo rodando junto al hombre que forcejeaba y gritaba: - ¡Desgraciados; ya van a ver!
El médico, aún sobre él, le inyectó un sedante y Omar no demoró mucho en cesar su lucha.
Aún medio anestesiado abre sus ojos y ve a Nora a su lado.
- ¿Qué pasa Omar? Sólo me sentía mareada y manché la bombacha con unas gotitas de sangre. En mi estado pensé lo peor y me vine. No quise despertarte tan temprano y no quería que los chiquilines se asustaran- le dijo Nora fingiendo tranquilidad.
- Señora; en vista de la ecografía que le acabamos de hacer usted tiene que permanecer en reposo unos días. Lo ideal sería que pudiera hacerlo aquí pero lamentablemente sabe que no damos abasto con las camas. ¿Está segura de estar bien con su esposo en su casa? Nosotros le mandaríamos todas
las semanas al médico para controlarla- le informó el doctor observando las manos de la mujer. Sus dedos diestros movían en forma circular y casi paranoica el anillo del dedo anular en su mano izquierda.
- Sí doctor, no hay problema. Lo que pasa es que mi marido es depresivo y hace unos días que no se medica. Ya están pedidas las pastillas en farmacia pero nuestro número es para el mes que viene.
- Bueno, entiendo. Entonces cuando se sienta más tranquila y su marido logre caminar por sus propios medios me avisa con la nurse y le damos el alta- dándole un apretón de manos cómplice y afectuoso.

BILU

No hay comentarios:

Publicar un comentario