Espero críticas y elogios, ceños fruncidos y sonrisas cómplices, lágrimas de emoción y carcajadas ilusas. Si logra este espacio personal alguna de esas sensaciones me daré por satisfecha........

sábado, 18 de septiembre de 2010

DON FRUTOS

Me acuerdo de la lucha desigual que tuvo que vivir mi madre para que su hijo no saliera con la debilidad de su padre. Me acuerdo de mí, cuando niño, investigando por dentro cuanto bicho caminara por el campo. Pretendía averiguar de qué estaban hechos esos animalejos. Disfrutaba con honda satisfacción de esas operaciones hasta que mi padre se encargaba de aguarme la fiesta con sus estúpidas lecciones de moral mal enseñada: "son sólo bichos inofensivos que no le hacen mal a nadie."
Odié con todas mis fuerzas los castigos impuestos, solo por ser un niño y saciar la curiosidad lógica que tenemos todos.
Bichos inmundos los grillos, lo único que hacían era chillar asemejándose a esos maricones que tuve que soportar durante toda mi increíble y envidiada carrera militar. Esos, que para no ser aplastados por los poderosos, se ocultaban bajo mi sombra.
Los inofensivos no llegan a ver mucho tiempo la luz: se los engullen y sólo siguen viviendo en la oscuridad de una panza satisfecha.
Yo amaba a mi madre por su dureza y su valentía. Me enseñó a no tener lástima de los débiles, y a negociar con los poderosos. Yo sabía muy bien lo que quería para mí; y estoy seguro de que está orgullosa de su hijo. Logró que comprendiera quiénes mandan en el mundo y quiénes deben ser destruidos.
Mis instintos y mis deseos de poder fueron muy bien atendidos y entendidos por todos los que me conocieron; muy especialmente por mis mujeres. Y por mi esposa que logró serlo por siempre cuando acalló los labios, vio lo que yo quería que viese y escuchó lo indispensable para mis intereses.
El poder es exquisito y nadie me lo quitó jamás. Fue fácil ser yo (con todo lo que ello implicaba).
Fue fácil dar a luz mi capacidad de arrollar a los más indefensos y encerrar en la oscuridad de la memoria a los más inquebrantables.
Qué se creía ese Pepe Artigas, con sus ínfulas de jefe. El único jefe que siempre existió fui yo, Don Frutos. El verdadero jefe de un pueblo ignorante y miedoso. El mismo que se escondía bajo mi sombra.
Nunca me importó aplastar y hundir; solo me importó elevarme sobre los demás.
Me encantaba ver los rostros de temor buscando mis ojos en lo alto por un poco de piedad. Pobre de ellos, ni se imaginaban que esa actitud me recordaba a mi padre y en nombre de él los exterminaba.
Todavía recuerdo la mirada despistada y suplicante de Venado en el momento donde mi plan perfecto comenzaba a dar sus frutos y a convertirme en héroe; el gran jefe admirado y respetado por todos. Lo único que lamento es que mi madre no estuviera presente.
Hoy me acuerdo de todo esto, cuando ya no me queda mucho aire por respirar, y no me arrepiento. Ni la muerte vendrá cuando quiera. Yo le diré cuando cerrarme los ojos.

BILU

3 comentarios:

  1. Una parte de lo que está siendo un gran desafío para mí; una novela histórica sobre los llamados "últimos charrúas".....

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  2. Excelente!
    Me provocó unas emociones bastante encontradas.
    Guau! Me has llevado al borde de mi lado oscuro.
    Felicitaciones!!!

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  3. Gracias nuevamente por dedicar tu tiempo a mis humildes creaciones!! Realmente lo sentí cuando lo escribí....no sé porqué pero este personaje de nuestra historia a mí me despierta esos sentimientos que jamás sentí por ser alguno....bueno es canalizarlos en la escritura jeje...Me alegra mucho que te haya gustado y gracias de nuevo. Por cierto tu blog esta IMPRESIONANTE!!! Cuando tenga un tiempo mas lo recorreré todo! beso

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